sábado, 11 de enero de 2003

VII Declaración de la selva Lacandona o cómo parir un caracol en Cuchiville
Un principio y un final indistintos [dos focos] ; una aduana, un perímetro de seguridad, un control frente a un polo cultural y un recorrido en espiral que los une donde viviendas de exiliados se mezclan e interactúan con escenarios de exaltación cultural artística.

“El espacio urbano real -no el concebido- conoce la heterogeneidad innumerable de las acciones y de los actores. Es el proscenio sobre el que se negocia, se discute, se proclama, se oculta, se innova, se sorprende o se fracasa. Escenario sobre el que uno se pierde y da con el camino, en el que espera, piensa, encuentra su refugio o su perdición, lucha, muere y renace infinitas veces. […]


Lo urbano es una forma radical de espacio social, escenario y producto de lo colectivo haciéndose a sí mismo, un territorio desterritorializado en el que no hay objetos sino nexos sometidos a un estado de excitación permanente. […]


Si el espacio público politizado -en el sentido de sometido a la polis- vive bajo la obcecación por hacer de él lo que ni es ni nunca ha sido ni seguramente será -una superficie nítida, pacificada, sumisa-, el espacio público socializado asume una naturaleza permanentemente intranquila, escenario activo que es para lo inesperado, proscenio en que la excepción es casi norma y marco para una sociedad autogestionada que se pasa el tiempo tejiendo y destejiendo tanto sus acuerdos como sus luchas. […]
Manuel Delgado

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